domingo, 23 de septiembre de 2012

La economía no crece, la riqueza si

Antes de seguir, lea este artículo:  América Central tiene 965 ultra-ricos

Como psicólogo soy más dado a pensar en el impacto psicosocial de la profunda desigualdad económica, en cómo afecta a la construcción de la identidad, cómo se manifiesta en las relaciones interpesonales de unos y otros, de los que viven en el desmedido y sobresaliente lujo y de los que intentan sobrevivir en medio de las más abyectas de las carencias quye caben en estos poco más de veintemil y pico de kilómetros cuadrados.  

En el fondo, el ruido de la ANEP, la Cámara de Comercio y demás gremiales y sectores asociados a la derecha. Mientras, tras bambalinas, los ricos más ricos son cada vez más ricos. Los pobres están más hechos mierda y los demás vamos por el carril del medio, sin dar pie con bola y atendiendo a los que hacen más bulla porque además de todo, tienen todos los medios para hacer ruido hasta hartarnos y no querer saber nada más. 

Pisto hay, me dice mucha gente. A quienes lo tienen les ha crecido otro 3.6%  en este tiempo, dice el artículo. 

Víctor

lunes, 3 de septiembre de 2012

31

"Treinta y uno es el número que sigue después de treinta y viene antes de treinta y dos."
(Wikipedia)

Y bueno, doblo la edad que a veces desearía tener, por aquello de las responsabilidades reducidas y otras linduras como la intensidad del funcionamiento de las estructuras antiguas del cerebro. Pero heme acá, ya en la adultez. Consciente, pleno de vida, de deseos y sueños, con un camino iniciado y una compañía que deseo conservar para seguir caminando. Traigo menos peso en el cuerpo que la vez anterior que pasamos por este punto del tránsito alrededor del sol. Traigo, más que nada muchos recuerdos en mi equipaje. Les traigo a ustedes, amigos y amigas, personas que conozco en persona y personas que conozco por sus palabras, por sus imágenes. Les llevo junto a mi como materia constituyente de lo que soy hoy. Porque no soy yo si no es por interacción con ustedes, con cada uno y cada una que he tenido el chance de encontrarme de las más diversas maneras que nos permite el mundo hoy en día.

Quizás lo más importante de decir este día es gracias. Gracias al buen Dios de la vida, padre y madre mío y de ustedes, que con gentileza me trajo al mundo y me ha mantenido en él, que me sigue demostrando su amor a través de cada persona que encuentro. Poco tengo que decir ante lo grande que es ese encuentro permanente con las personas, que dentro de cada uno de sus virtudes y defectos me recuerda que es una cosa hermosa estar vivo y tener la oportunidad de dejar un pequeño recuerdo en el mundo.

No sé si lo he contado antes, pero estoy vivo de milagro. A temprana edad pude haber muerto por complicaciones de una enfermedad hereditaria, por la que me operaron a mis cuatro años. Desde pequeño he tenido una leve idea de no haber fallecido por algún buen motivo. Esa idea, a veces con más fuerza, a veces con menos, me ha acompañado. En parte por esa idea, mucho en parte por cada persona que me ha acompañado o coincidido conmigo en la vida, me ha ido dejando esa noción de si no ser algo especial, estar destinado a concebir el mundo y mi papel dentro de él buscando hacer algo distinto. No es arrogancia, si no más bien sentir o percibir un peso de esperanza en mis propias posibilidades. Y heme acá, asumiendo esa llamada desde lo poco que puedo hacer.

Déjenme por un momento volver a mis fuentes - que crítico como soy de sus formas dominantes actuales, no reniego ni renegaré de ellas -;  el evangelio de hoy  nos recuerda cuando Jesús, más o menos a esta edad que tengo, llega a su tierra y retoma una lectura de las sagradas escrituras, en la que encuentra el pasaje de Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor". Jesús dice que esa lectura se cumple hoy, en Él. Toda una afirmación, una certeza de misión, de propósito. 

Pienso en mi vida, en estos treinta y un años. Pienso en las cosas que he logrado ir construyendo, en la gente que he encontrado, en las oportunidades de ayudar que he tenido. Pienso en mi trabajo, en lo que puedo hacer, en lo mucho que hace falta por seguir haciendo. Pienso en lo que quiero hacer con ella - mi divino amor, que diría mi abuelo -,  en lo que podemos ser y hacer juntos. Pienso en lo que puede venir, en el futuro aciago que nos viene a todos por descuido, por desinterés, por perder el rumbo y dejar que otros nos digan qué hacer, qué tener en lugar de qué construir. En fin, oteo mi futuro y suspiro con satisfacción. Estoy vivo. 

Podría ser que mañana acabase todo. Con los años y en este país como ninguno, uno poco a poco uno va construyendo esa certeza, ese sentido de finitud, de estar expuesto. Aunque los números me vayan sacando de la edad de más alto riesgo, entro en una edad crítica para muchas cosas- especialmente en este mundo en que pareciera que la productividad se acaba a los 35 años - y heme acá, al pie del cañon, sabiéndome un poco elegido, como todos y todas hemos sido elegidos para ser felices pese a nuestras circunstancias. Yo con las mías estoy aprendiendo a llevarme muy bien.  Tengo a partir de hoy y ppor una vuelta más al sol, 31 años. Y estoy aprendiendo a guardar silencio para escuchar la vida otro año más, hasta cumplir otra vuelta alrededor del hermano sol. 


Sapoverdetumi


Víctor