lunes, 24 de marzo de 2014

Palabra de Profeta, palabra de Monseñor

Imagen de Aurelio Fred para la colección de los
40 años de la Pastoral Juvenil Brasileña
Hoy se cumplen 34 años del asesinato de Monseñor Romero. Siempre es buen momento para volver a hablar de él. O, mejor aún, de dejar que nos hable. En 2010 hice algo parecido, la intención es la misma: que escuchemos la voz del profeta que nos sigue hablando, llamando a enderezar nuestro camino, a buscar la justicia, a construir la paz, a construir un mundo donde vivamos todas y todos sin atropellarnos entre nosotros. Leamos:

De la realidad en el país y el compromiso con ella

El mal es muy profundo en El Salvador, y si no se toma de lleno su curación, siempre estaremos -como hemos dicho- cambiando de nombres, pero siempre el mismo mal (Homilía 23 de octubre de 1977)

No puede haber problemas si estamos hablando de las estrellas, hablando de las cosas que no tocan los problemas que ejercitan nuestra paciencia, nuestra fortaleza, nuestro compromiso de hoy en la historia (Homilía 4 de diciembre de 1977)

Salvadoreños, llamamiento de la Virgen a ser como ella: amad a vuestra patria, estudiad vuestra historia, conoced vuestra idiosincrasia, sed salvadoreños profundamente. Quizá no tenemos todos la culpa de no amar tan entrañablemente nuestra patria como María amó a su patria. La vemos a veces tan fea, nos sentimos tan desubicados en nuestra propia patria, que muchos prefieren mejor irse a otros lados. No sienten el hogar, no sienten la tradición, no sienten la alegría de la propia sangre, de sus paisajes, de la propia belleza de su tierra, ¡y es tan bonito El Salvador! (Homilía 1 de enero de 1978)

Corrupción, impunidad y otros males cuasi endémicos

Podemos describir situaciones bien vergonzosas de hombres que debían darnos el ejemplo de honradez en el puesto de su gobierno, en sus negocios, en su dinero. ¿Y para qué aprovechan esos puestos, esas situaciones? Ya no se puede hacer nada por el bien común, se hace por el egoísmo. ¡Ah, si se revisaran muchas contabilidades! ¡Ah, si se pidiera cuenta de muchas obras públicas! No se ha respetado la ley de Dios por aquéllos que debían de ser el modelo, los legisladores, los que mandan. Y en el pueblo, naturalmente, al ejemplo de los de arriba cunde la duda, la incertidumbre y el afán también de aprovechar. Entonces, tenemos una nación corrupta de arriba hasta abajo, porque se han olvidado todos de la ley de Dios, nos hemos olvidado de la ley de Dios (Homilía 18 de marzo de 1979)

Que no se queden tantos crímenes y atropellos impunes y que, aunque sean vestidos de militar, tienen obligación de rendir cuentas ante la justicia de lo que han hecho y sancionar debidamente si se trata de crímenes vulgares (Homilía 18 de febrero de 1979)

Es lástima, hermanos, que en estas cosas tan graves de nuestro pueblo se quiera engañar al pueblo. Es lástima tener unos medios de comunicación tan vendidos a las condiciones. Es lástima no poder confiar en la noticia del periódico o de la televisión o de la radio porque todo está comprado, está amañado y no se dice la verdad (Homilía 2 de abril de 1978)

¡No robarás! Qué examen de conciencia podíamos hacer aquí, hermanos, cuando el robar como que se va haciendo ambiente. Y al que no roba se le llama tonto. Y al que hace un negocio o emprende una obra y no saca su mordida -a veces de millones-, no ha sabido aprovechar. ¡No robarás! Otra cosa sería el país si no se robara tanto. Quiero hacer justicia a muchas personas que tienen dinero y que son muy honradas, y se quejan de que se les echa a ellos la culpa en todo. Nos hacen mirar hacia otra parte para decir: no son las catorce familias las culpables solamente. Van multiplicándose ya esos apellidos; van saliendo ex-funcionarios bien provistos para su porvenir. Se van multiplicando propiedades, casas, negocios. ¿Será todo bien habido? ¡Bendito sea Dios! Pero, si en el fondo está quejándose el séptimo mandamiento, no puede bendecir el Señor. ¡No robarás! Es la verdad, y lo que tienes lo has robado. Lo has robado al pueblo que perece en la miseria. Lo has robado. Hermanos, robar siempre será pecado (Homilía 18 de marzo de 1979)

Si hay una enfermedad en el pobre y en la clase media para abajo, esta es la enfermedad más terrible: ser víctima de la sociedad de consumo. Querer tener ya su televisor, querer tener ya también sus recepciones como las tienen los de más arriba, querer disfrutar la vida aun sin tener lo necesario para subsistir. El espíritu de pobreza es la mejor manera de conjurar esas tentaciones que aniquilan a la familia y la felicidad del hombre (Homilía 15 de julio de 1979)

De soluciones a los problemas de la patria

Cada uno de nosotros tiene que ser devoto enardecido de la justicia, de los derechos humanos, de la libertad, de la igualdad, pero mirándolos a la luz de la fe. No hacer el bien por filantropía. Hay muchas agrupaciones que hacen el bien buscando aplausos en la tierra. Lo que busca la Iglesia es llamar a la justicia y al amor fraterno (Homilía del 5 de febrero de 1978)

Uno de los mensajes más apremiantes de la Iglesia de hoy es que los cristianos salgan de una mentalidad individualista. Que ya no hablemos de "mi" salvación, "mi" religión, sino que la vivamos como Dios quiere que la vivamos: en pueblo. Nuestra salvación, nuestro peregrinar por la historia. Vamos como pueblo, como el pueblo israelita por el desierto: iba junto, comunitariamente, así vamos. (Homilía 19 de noviembre de 1978)

Privarse de algo es liberarse de las servidumbres de una civilización que nos incita cada vez más a la comodidad y al consumo sin siquiera preocuparse de la conservación de nuestro ambiente, patrimonio común de la humanidad. ¡Fíjense qué palabras, que aun hacen el bien en el campo material! "Somos víctimas de una sociedad de consumo, de lujo" Y estamos sacando cosas de consumo, porque la propaganda es tremenda, y tomamos cosas aun superiores a nuestro sueldo. Queremos vivir el lujo, queremos consumir como consumen todos y nos estamos haciendo víctimas, esclavos (Homilía 4 de marzo de 1979)

Yo quisiera decirles que todo esto, ¿quién no lo ve?, son síntomas de una crisis y de una injusticia estructural en nuestro país. Las cosas no se pueden arreglar con represiones, con violencias. Es necesario profundizar en un diálogo que verdaderamente sea diálogo. No monólogo en defensa de un sólo modo de pensar, sino diálogo en el cual se va dispuesto a buscar la verdad y a deponer actitudes por más queridas que parezcan. Si no es así, no podremos salir de esas raíces de donde brotan tantas cosas desagradables (Homilía 17 de junio de 1979)

El diálogo no se debe caracterizar por ir a defender lo que uno lleva. El diálogo se caracteriza por la pobreza: ir pobre para encontrar entre los dos la verdad, la solución. Si las dos partes de un conflicto van a defender sus posiciones, solamente saldrán como han entrado (Homilía 20 de noviembre de 1977)

Vivimos una hora de lucha entre la verdad y la mentira; entre la sinceridad, que ya casi nadie la cree, y la hipocresía y la intriga. No nos asustemos, hermanos, tratemos de ser sinceros, de amar la verdad, tratemos de construirnos en Cristo Jesús. Es una hora en que debemos tener una gran sentido de selección, de discernimiento (Homilía 30 de julio de 1978)

Para los profesionales
Yo no soy técnico ni en sociología, ni en política, ni en organización, simplemente un humilde Pastor que le está diciendo a los que tienen la técnica: únanse, pongan al servicio de este pueblo, todo lo que ustedes saben, no se encierren, aporten. Entonces sí se practicará el derecho y la justicia (Homilía 20 de agosto de 1978).

Hermanos, en nombre de Cristo, ayuden a esclarecer la realidad, busquen soluciones, no evadan su vocación de dirigentes. Sepan que lo que han recibido de Dios, no es para esconderlo en la comodidad de una familia, de un bienestar. Hoy la patria necesita sobre todo la inteligencia de ustedes. (Homilía 6 de agosto de 1978)

No hay que mirar las profesiones únicamente como medios para ganar dinero e instalarse política o socialmente. Hay que buscar, como están haciendo ahora los jóvenes, el servicio a la humanidad, el mejor rendimiento de mi vida no para ganar, sino para servir (Homilía 24 de septiembre de 1978)

Para los jóvenes: 
Que se capacite a los niños y a los jóvenes a analizar la realidad de su país. Que los prepare para ser agentes de transformaciones, en vez de alienarlos con un amontonamiento de textos y de técnicas que los hacen desconocer la realidad. Así hay muchos técnicos, muchos sabios, muchos profesionales que saben su ciencia, su profesión, pero que son como ángeles, desencarnados de la realidad en que actúan su profesión. Lo primero que debe buscar una educación es encarnar al hombre en la realidad, saberla analizar, ser críticos de su realidad. Una educación que sea educación para una participación política, democrática, consciente. Esto, ¡cuánto bien haría! (Homilía 30 de abril de 1978)

Hay que darle a la juventud, a la niñez de hoy, una sociedad, un ambiente, unas condiciones donde pueda desarrollar plenamente la vocación que Dios le ha dado... Hay que proporcionar al ambiente unas situaciones en que el hombre, imagen de Dios, pueda de veras resplandecer en el mundo como una imagen de Dios, participar en el bien común de la república, participar en aquellos bienes que Dios ha creado para todos (Homilía 7 de mayo de 1978)

Tiene que proponer la Iglesia...una educación que haga de los hombres sujetos de su propio desarrollo, protagonistas de la historia. No masa pasiva, conformista, sino hombres que sepan lucir su inteligencia, su creatividad, su voluntad para el servicio común de la patria (Homilía 15 de enero de 1978)

Jóvenes, en ustedes la Iglesia se renueva, en ustedes el Espíritu de Dios es como agua fecunda para la humanidad de esta arquidiócesis que vive en esta noche un Pentecostés no sólo en su Catedral, sino en todo el ámbito de sus fronteras, gracias a que ha habido mártires que han sido nobles…Que ustedes sean ese reverdecer (Vigilia de Pentecostés, 13 de abril de 1978)

Me quedo con unas palabras finales. Para no perder perspectiva. Para saber de donde venimos, y hacia donde debemos ir. Que no se nos olvide. 

"Lo que hay que salvar ante todo es el proceso de liberación de nuestro pueblo. El pueblo ha emprendido un proceso que ya le ha costado mucha sangre y no se puede echar a perder. "
(Homilía 6 de enero de 1980)

Esto fue palabra de vida, de nuestro profeta, de nuestro Monseñor

Gracias a Dios



jueves, 13 de marzo de 2014

Un año atrás, Francisco

Como en el paisito electoral siguen los dramas y triquiñuelas, daremos tiempo a que se oficialice del todo todo lo que ya se sabe,  y recordaré algo que ha sido sumamente importante para mi y para muchos otros católicas y católicos en el mundo.

Tiro una hilera de tweets de aquel día, hace un año exacto y casi a la misma hora:








Y esto puse en mi FB, compartiendo un artículo sobre su presentación:



Me releo y siento mi propia desconfianza y a la vez la gana de tener esperanza nuevamente. Esperanza que se ha ido viendo animada por los gestos de un hombre que tiene el peso de conducir una de las instituciones sociales más grandes y determinantes en la humanidad. Una que tiene el potencial de cambiar cosas para bien, para hacer de este mundo un lugar distinto, mejor.

Queda mucho por hacer. Mucho. Todos los días me lo recuerda saber que en la tierra donde vivo, la jerarquía y su corte han ido en sentido contrario al esperado, que los mismos fieles excluimos, apartamos, segregamos y nos dividimos. Que vamos con toda pompa y circunstancia clamando al cielo, ufanándonos de nuestro lindo rito y nuestra purísima vida de gracia mientras vamos deshaciendo las pocas posibilidades y signos que nos pueden llevar por el camino de la paz, la justicia y la solidaridad.

Hoy elevaba una oración por el Papa, pero pensaba en nosotros, en nuestro compromiso por hacer de este mundo un lugar donde todos cabemos, donde todos podemos vivir. Pensaba en nuestro afán diario por tener más, por ser más, por ganar siempre. Pensaba en esa incapacidad de conmovernos, de empatizar, de confiar, de escuchar, de servir para algo que vaya más allá de nuestro propio beneficio.

Eso. Antes, en este blog, solía hablar de los gestos que no perecen. Los del Papa, que han hecho buen ruido en este mundo tan fácilmente dado a detestar a una institución tan antigua,  no habrán de caer en el olvido, a pesar de lo vano de la fama en este mundo. A ver si nosotros empezamos a hacer también, de una vez, gestos que desde la sencillez, desde el desprendimiento, desde la búsqueda de unir, desde el sentir con el otro, vayan transformando este mundo.

Víctor